La realidad urbana incomoda en Bolivia, generando una suerte de reacción adversa. Una errónea concepción relacionada al despoblamiento rural, y que estaría acarreando la disminución de lo originario indígena campesino, plantea la inquietud de cómo es posible que un Estado autodefinido con esas categorías, pueda vivir en ciudades. Parece que no es suficiente reconocer que el 75% de la población vivimos en áreas urbanas para aceptar que algo no estamos haciendo bien cuando algunos sectores siguen con un discurso vaciado de contenido frente a la evidencia.